Historia
La Romanización
En los siglos I y II apenas se notó la romanización en la comarca rural próxima. La zona estaba situada dentro del “dominio mirobrigense” y pertenecía a su área de influencia.
La proximidad geográfica, comunicación y riqueza del subsuelo favorecieron el contacto con “lo romano”; apareciendo la propiedad particular sobre la anterior comunal.
La larga crisis posromana de la zona Mirobrigense repercutió también de forma indirecta favoreciendo la recuperación rural, ya que se convirtió en cobijo para muchas familias que se alejaban de la ciudad y en zona de “cruce o frontera” para pueblos distintos y posteriores como los visigodos.
La llegada del mundo árabe
Se produce durante el siglo VII, provocando situaciones conflictivas y encontradas entre dos culturas, la islámica frente a la visigótico-cristiana. Toda la zona sigue actuando entonces como centro acogedor de los que huyen del conflicto.
Hacia la mitad del siglo VIII los bereberes se desplazan hacia el Sur por la resistencia cristiana entre otras causas, y llega Alfonso I como primer rey cristiano de la zona. Fue éste el que, al entregar la comarca de la Sierra a un noble francés, puso el nombre de Sierra de Francia y la zona próxima, Sierra de la Peña de Francia.
En este siglo seguía siendo todo el término, paso y marco, refugio y aliento de nuevos grupos de “cristianos antiguos”, empujados cada vez más hacia el reducto más difícil de la Sierra casi hasta Monsagro.
Pero un poderoso ejército musulmán consigue intensificar la presencia árabe en la zona ganando varias batallas.
Año 1100
En este año, Alfonso VI ordena la reconstrucción de Ciudad Rodrigo, pero fue Fernando II quien lo consiguió con la repoblación de toda la zona. Estos pobladores, venidos de tierras de León, Zamora, Ávila, Segovia…, irán gradualmente influyendo en las costumbres de las gentes del lugar. El concejo civitatense extiende sus dominios sobre el territorio circundante y toda la zona pasará a depender de la Ciudad. Los núcleos medievales próximos son tierras farinatas , tierras unidas a la ciudad, ligadas a ella, con la que forman una misma realidad geográfica, económica y jurídica.
Son núcleos integrados por pastores y labriegos, soportan la presión de las tres fuerzas dominantes: El poder real, la nobleza y la iglesia.
El amplio suelo serrano, con sus pastizales estirados, su clima suave de verano y su abundante agua, convirtieron el entorno en meta ideal del pastoreo. También hay una enorme extensión de suelo de labrantío, que se convierte en causa clara de población medieval en aumento. Esta población conduce y empuja a la agricultura cerealista, desde el pueblo llano hacia las laderas.
De esta época de abundancia de suelo cerealístico datan de la presencia de muchos de los molinos que hubo en la zona.
Siglo XVII
La línea demográfica experimenta altibajos constantes. Las epidemias y la larga guerra de Secesión suponen consecuencias negativas para la población de toda la zona. El año 1670, fin de la guerra, puede considerar un punto final de un periodo de crisis en la agricultura, industria y comercio. La salida de Ciudad Rodrigo de más de 200 moriscos en 1610 supuso un gran número de cambios de asentamiento de este grupo, a pesar de su largo proceso de expulsión y eligieron ámbitos rurales pequeños y apartados donde recibieron mayor relación humana, aprecio y estima por su trabajo. La presencia morisca en estas aldeas está ligada a su actividad peculiar en huerta, linares y artesanía textil, sobre todo del lino.
Siglo XVIII
Ciudad Rodrigo y su tierra sufrieron las secuelas de la Guerra de Secesión entre España y Portugal. El clásico incremento demográfico tradicionalmente ligado al s. XVIII, aquí presentó una alternativa visible y toda la zona sufrió vaivenes poblacionales. Con el tipo de suelo que tenían (gran parte era cerealístico de secano y de pastos) el campesino del lugar no sufría grandes escaseces.
Siglo XIX
La Guerra de la Independencia (1808-14) se encargó de cubrir de desolación muchos pequeños pueblos que sufrieron las consecuencias negativas de la resistencia de Ciudad Rodrigo. Las tropas francesas requisaron cosechas, ganados y objetos de valor llevando a los campesinos a una situación a veces trágica.
Uno de los hechos más significativos de este siglo fue sin duda la desamortización local que, como en los sitios, resultó un proceso largo y nada sencillo. En aquella época el crecimiento de la población de nuestra zona y de todas, resultaba muy superior al de su producción y parecía una posible solución el reparto de aquellas tierras de aprovechamiento común, llamadas baldíos.
El proceso de desamortización de “Las Tierras de Francia” se hizo de forma especial, ya que pasaron una propiedad particular “en foro”, es decir bajo unas condiciones muy peculiares para los nuevos propietarios. Las consecuencias de este proceso fueron directa o indirectamente una población creciente, un aumento en la producción de cereales y el desarrollo de una ganadería caprina.
El interés de la ganadería propició la importancia de las cañadas.
El siglo XX
Se estrena con un profundo dinamismo: La tendencia a la ganadería, sus productos derivados, las campañas de fomento del árbol, la repoblación de castaños y otros frutales, las obras de estructura de riego, el crecimiento y modernización de las viviendas, la construcción del abastecimiento de agua, el levantamiento de las escuelas… todo indica prosperidad. La Guerra Civil no tuvo una repercusión muy fuerte pero sí el fenómeno migratorio hacia diversos puntos del país y del extranjero, que verifica el principio del estancamiento en que ahora se halla la zona. En los años 60 toda una generación joven y emprendedora abandonó su lugar de nacimiento y el pueblo, como tal, comenzó a morir aunque se sigue resistiendo a un final definitivo.
Si hablamos concretamente de Morasverdes, podemos situar su origen en torno a los numerosos molinos harineros que se establecieron a lo largo del río de Morasverdes y de sus numerosas desviaciones.
De ellos, aún se conserva uno al Sur del casco urbano. Se trata de una zona cerealística y el lugar resultaba idóneo para la creación de este tipo de actividad.
Pascual Madoz, en su “Diccionario Geográfico-Histórico-Estadístico de España y sus posesiones de Ultramar”, llegó a contar hasta 30 molinos, esparcidos en un amplio espacio que ocupaba el pueblo ya por 1845-1850. A ellos, venían gentes de diferentes pueblos en el tiempo de verano a moler sus granos e incluso de Portugal, lo que da idea de la importancia de este tipo de industria.
En esta época, el negocio molinero tenía un altísimo peso específico en la economía de la zona y sus empresarios formaban una especie de “burguesía rural”. Construían sus viviendas junto al negocio familiar y poco a poco iban creciendo, bien por mejorar su calidad de vida, o bien porque la familia aumentaba y necesitaban más espacio. De este modo fueron surgiendo una serie de edificaciones en sus alrededores al abrigo de esta actividad principal, los gentes fueron diversificando sus oficios, al tiempo que atraían a otras.
Por tanto, el núcleo original surgió en la actual zona Suroeste en torno a la “reguera” más próxima al río, paralela a él por su lado Este, donde se concentraban un número importante de molinos, y se fue extendiendo hacia el Norte y el Sur en el eje que formaba esta “reguera”.
La importancia histórica de la actividad agropecuaria es un factor que ha influido de forma clara en la organización urbana y articulación territorial del municipio de Morasverdes.
La localización próxima a un eje fluvial ofrecía la ventaja de un fácil acceso al agua para regadío y posibilitaba la actividad económica de los molinos que parece tener mucha importancia en este pueblo, ya que los habitantes de los municipios cercanos iban a moler el trigo a los molinos de Morasverdes.